Foto de John Rogers, 2009. |
A poco que uno se asome al jazz con una mínima perspectiva histórica, resulta evidente que ha sido y es muchas cosas distintas. Por supuesto, una vía de expresión y una fuente de disfrute, pero también un instrumento de reivindicación política, una forma de evasión, un divertimento, un fructífero camino de desarrollo intelectual, un modo de vida, etc. Esta formidable capacidad de adaptación ha hecho de él una música universal. El jazz, faltaría más, también tiene una vertiente espiritual, la cual encontró un terreno especialmente fértil en las formas de tocar más libre surgidas a principio de los años sesenta.
Hace poco más de un mes falleció David S. Ware (1949-2012), un saxofonista que se zambuyó en la espiritualidad de la música. Él mismo explica cuál es su búsqueda en el corto documental "David S. Ware. A World of Sound" (Amine Kouider, 2011; disponible aquí en la web de la Fundación David Lynch). Traduzco algunas de sus palabras (con perdón):
No me interesan los ciclos de acordes, tocar ciclos de acordes. No lo necesito. Trabajo con conceptos, ideas muy sutiles. El sonido que consigues con tu instrumento, cómo tocas el material que tocas, la música, equivale a una realidad espiritual. Esta realidad existe en algún sitio. Dicho con otras palabras, es como tratar de colonizar un mundo sonoro.
Estaba echado en la cama. Acababa de regresar de un ensayo. De repente escuché aquella música, como si alguien encendiera la radio. Me incorporé de un salto y pensé ¿de dónde viene? Nunca había escuchado una música así. A los pocos segundos comprendí que esa música provenía de mi interior.
Era como toda la música sucediendo al mismo tiempo, sin diferenciación. Melodía, armonía, ritmo, todo a la vez. Imagina toda la música que se ha tocado alguna vez. Era como un depósito de sonido puro.
Trato de dominar este intrumento llamado saxofón para que se convierta en una extensión de mí, de mi alma. Así que tienes que dominar tu intrumento para alcanzar tu alma, porque tu alma es algo muy delicado, es espiritual.
Hay una voz dentro de la música. Aprendes a escuchar la música con un tercer oído. Mucha gente sólo escucha la superficie. Dicen, por ejemplo, esa música es furiosa, o es una locura, o es caótica. No se trata de eso. Sucede algo más que tienes que ser capaz de oír. Es muy sutil, está dentro de la música, es una voz, está hablando. Está en la música.
Pienso que tocar música siempre formó parte de la espiritualidad, desde el inicio. Hay grandes ejemplos en Sonny Rollins y John Coltrane. Yo tomé esa línea en el punto en que la interpretación musical y la espiritualidad van en paralelo.
Tocar música es "lo que hacemos", pero la espiritualidad es "quién eres tú". Ambas cosas siempre aparecen juntas en la vida.
Mi vida se centra en la meditación. Mi vida se centra en la espiritualidad. Para mí, ello da más sentido a todo, da más sentido a la música. Me inicié en la meditación a finales de los sesenta o principios de los setenta. Tenía 23 años, vivía en Nueva York; tras haber estado en Asia me despertaba feliz, me daba otro motivo para estar vivo. Después del viaje a Asia recuerdo que tuve un periodo muy muy creativo. Por tanto, para mí está la meditación y luego la música.
El jazz es uno de los mayores tesoros culturales del mundo, seguro. El jazz trata sobre ser creativo, siempre se está creando. El jazz es la búsqueda de un punto de vista nuevo, son sentimientos desde un punto de vista nuevo, es hacer preguntas desde un punto de vista nuevo. Es expresión para ser único, tener una voz única, un estilo único.
Relacionarse con la música es relacionarse con el infinito. No hay ni principio ni fin. Es un viaje eterno, en realidad.
Tengo la esperanza de que la gente reciba de mi música la capacidad de pensar más profundamente sobre algo. O que la música sea capaz de situar a la gente en una dirección más espiritual. Más allá de la realidad material.En spotify y grooveshark se puede escuchar su música.
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