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jueves, 18 de octubre de 2012

'Gólgota picnic' en das Haus der Berliner Festspiele. Capítulo 1. La obra


El Berliner Festspiele ha programado en su sección Foreign Affairs la obra de Rodrigo García 'Gólgota picnic'. En su estreno madrileño yo vivía en Sevilla y me dedicaba más de lleno al teatro y leía y suspiraba con cierta tristeza lo que se contaba de un estreno al que no podría asistir. Descubría entonces a Marino Formenti, el pianista que lo acompaña en la obra y del que escuché día tras día durante más de un año su maravilloso disco -creo que únicamente reseñado en España en el blog mi colega Pablo Vayón- 'Kurtág's Ghosts'. 'Gólgota picnic' se desvanecía en el horizonte hasta que cambié de horizonte e insospechadamente la montaña vino a mí.



Te sientas y el escenario está totalmente cubierto por miles de pacenillos de hamburguesa con ese olor dulzón y su textura que parece acolchar la escena. Al fondo una enorme pantalla blanca; bajo ésta un mantel extendido rodeado de butacas de playa. Los actores salen, bajan las luces y comienzan los monólogos. Cada actor tiene los suyos y una cámara que ellos mismos manejan va enfocando y proyectando en la pantalla ya al actor que habla ya cualquier otra escena. El tema principal de la obra parece que gira en torno a la muerte de Jesucristo pero a partir de ahí los afluentes son diversos y de diferente tortuosidad y la reflexión religiosa se vuelve una gran reflexión sobre la condición humana y su relación con los preceptos, la historia y los productos religiosos. Dado que el cristianismo ha influido en el comportamiento de la gente y las costumbres de nuestra civilización desde hace 2.000 años, la obra se convierte en un maremágnum de ideas y referencias difícil de asimilar. Por una parte tenemos una especie de evangelio apócrifo -si es que los otros no lo son- en el que se describe la personalidad y los hechos de Jesucristo desde un punto de vista totalmente diferente a como lo hacen los evangelios convencionales, esto es, considerándolo un personaje con una historia y unas capacidades mediocres. Casi todo el humor que tiene la obra se sustenta en la parodia de este personaje. Por otra parte, ya olvidándonos de las divinidades, se manejan muchas referencias culturales, mucha pintura, por supuesto y mucha reflexión sobre la imagen, un tema que le gusta al autor y que señala de forma punzante y certera. El trasiego de imágenes religiosas y de ahí a las imágenes actuales que nos paralizan, nos hablan tan alto, nos dan códigos referenciales y morales, nos engañan, nos venden aire. Pero hay otras referencias, la música, por supuesto, la filosofía, la arquitectura. Cuando baja al mundo y los monólogos se centran en la maldad, el individualismo, la traición, el dolor, el poder, la muerte y todas las bajezas y contradicciones que nos hacen ser lo que somos y que -esto creo que es innegable- han recogido como ningún otro libro La Biblia, entonces la obra adquiere una gran trascendencia, creo sinceramente que la gran virtud de esta obra es que en ese aluvión, y no sé si de una forma pretendida, se alcanza una verdad que acongoja, un retrato brutal y sincero de una condición, la humana, que busca la trascendencia y que, aunque no la haya, se ha servido de la religión para buscar ese sentido a la vida.


En un momento de la obra aparece Marino Formenti, viste uniforme de cadena de hamburguesería y lleva unos refrescos, se une con ganas al picnic de los actores, que descorchan botellas y cantan en una bacanal absurda. Luego desaparece. Los cinco actores realizan un esfuerzo mayúsculo, por una parte los larguísimos monólogos repletos de abstracciones pero dichos sin sobre esfuerzo gracias a la sonorización de la escena, por otra se visten, se desvisten, luchan, balilan, comen, beben, vomitan, se rocían con pintura, aplastan los panecillos creando una atmósfera de caos y barroquismo que precede al apoteosis. La escena está vacía, los actores vuelven arrastrando un piano al centro del escenario, Marino Formenti reaparece con sus refrescos y su uniforme. Los actores se retiran a una esquina, como los apóstoles, como la humanidad entera. Marino se desnuda completamente. Se sienta al piano e interpreta una transcripción para piano de 'Septem verba Christi in Cruce'. La introducción, las siete sonatas y el Terremoto final.


Ignoro el sentido de la elección de la maravillosa obra de Haydn pero formalmente es lo único original de la obra que, como ya he explicado, usa bien todos esos elementos de los que a veces abusa el teatro moderno: cámara, productos varios por el cuerpo, música en directo, el desnudo, etc.  'Las siete últimas palabras..." es una obra de encargo, la obra de un ilustrado, equilibrada, un ejemplo poderoso de gran arte generado a raíz de la religión. ¿Es quizá todo 'Gólgota picnic' la creación de un ilustrado, de alguien que busca la razón, que intenta atajar las supersticiones y llegar una idea de dios en relación con nuestra propia humanidad? Ni idea, pienso que por una parte lo es y por otra no, con todo me quedo con ese afán de búsqueda y cuestionamiento sobre los elementos religiosos y culturales que nos han caído encima.
Los actores: Gonzalo Cunill, Nuria Lloansi, Juan Loriente, Juan Navarro y Jean-Benoit Ugeux.
Todas las fotos de David Ruano.

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